jueves, 18 de septiembre de 2008

Preguntas Celestiales

A mi abuela Lupe, a quien mi madre me enviaba a consultar cuando les hacía preguntas como las que menciono abajo. Siempre me las contestó…


Hace poco me entretuve imaginando con un amigo muy creyente sobre las alternativas de la vida eterna, según los conceptos que ahora dominan. Es una conversación que no le recomiendo a nadie. Ni de política ni de religión y nunca habrá problemas, decían de las conversaciones. Pero no puedo ocultar que mi concepto de Dios es de un dios amigo, buena onda, al que puedo hablarle de tú y que me comprende, me protege, me cuida y orienta y, a la vez, perdona. El concepto de un dios duro y vengativo, que me castigue por toda la eternidad por algo que hice mal durante mi vida de apenas unas breves fracciones de segundo comparada con aquella, se me hace absurdo y hasta injusto (y claro que no hablo de crímenes de lesa humanidad o de baja estofa como aventar granadas de fragmentación en una plaza pública, por ejemplo, o como el secuestro o el genocidio).

Si tenemos libre albedrío, ¿por qué nos castigaría? Si no le pedimos venir a este mundo —o a esta vida— ¿por qué nos pone en tentaciones? Si sabemos todos, y desde luego que él también, que la carne es débil, entonces por qué nos juzga desde su posición del que todo lo sabe, del que nunca ha tenido tentaciones, del que es el bien y del que es la justicia misma… cosa que se me hace muy difícil de sincronizar con la misericordia infinita, por otra parte. O una u otra, decía mi profesor de Etica en la Preparatoria Nacional # 5 de Coapa.

Como los otros Vuela-Plumas han sido muy serios, y hasta regañones, hoy los invito a suponer que hay un cielo como nos lo hacen imaginar los caricaturistas. En cada nube hay un angel tocando el arpa o la lira (of all instruments! ) Bien podría ser una guitarra o un teclado electrónico, para estar de moda junto con Los Bukis, que de ninguna manera, nunca, irán al cielo. Cada nube ha de estar un poco aparte de las demás: más arriba o más abajo. Y entonces, ¿dónde estaría la socialización entre los buenos? ¿No que finalmente íbamos a juntarnos los que hemos obrado bien durante esta vida? Obrado es con la connotación de “actuado”, y no con la otra, más corporal.

Vamos a suponer que a lo lejos veo (yo por supuesto, estaré allá) a una angelita que está muy guapa y bien formada. Lo primero que se me ocurre es, ¿estaríamos desnudos todos, con las estorbosas togas que se les achacan a los griegos milenarios o seguiríamos con las fachas que acarreamos ahora? ¿Hasta Lady Di y la Madre Teresa? (Pensándolo bien, ¿estará allá Lady Di?)


Y si así es, qué edad tendría nuestro cuerpo puestos en esta circunstancia celestial, porque sería terrible que nuestros cuerpos (o puercos) tuvieran el estado que tenían cuando morimos y que hubiera ancianitos y ancianitas encuerados, macilentos, quemados o desfigurados. Aunque, no habiendo Ley de la Gravedad, no habría estorbosos y antiestéticos órganos colgando, sino que estarían flotando. Creo que todos deberíamos estar en nuestra mejor edad, para que fuera justo para los que apreciamos al bello sexo, porque además de bello en general, en esta vida canalla también debe ser tan joven como se pueda… Y no me odien los lectores por mis opiniones.

Bueno, pero volviendo a la angel guapa: ¿cómo la conecto? ¿Habrá celulares, interfones de nube a nube o bastará sólo con llamarla con el pensamiento? ¿Ya no servirán las miradas pesadas y largas a la nuca, para que volteen? Y vamos a suponer algo peor: que tengo un buen pensamiento —¿cuál se imaginan ustedes?— con la susodicha. ¿Me caería de la nube en que andaba? ¿Directo al infierno? ¿Por qué? ¿El concepto de lo bueno o lo malo allá sería igual al de acá, en el mundo? No creo: en el cielo todo debe ser bueno. Y otra cosa: en mi cielo, todos seríamos multorgásmicos y nadie tendría problemas de disfuncion eréctil. ¡Nada de viagras, impotencias o frigideces, por favor!

Otra pregunta, pero ahora suponiendo que el cielo es un sitio como una pradera inmensa, con el cielo azul, sin frío ni calor (parecido a una página de Windows antes de que aparezca el menú). Por ahí vamos todos, caminando y platicando en grupos unos platicando, de pie; otros riendo (siempre han de scucharse risas) ; otros sentados a la sombra de frondosos árboles (que se le pasaron a Bill Gates y no aparecen en Windows); otros leyendo el ¿periódico? ¿Qué habría que reportar? ¿Los nombres de los que llegan o de los que no llegan? ¿Nuevos santos? Porque supongo que allá no están Hearst ni nos importarán las escasísimas buenas y muy abundantes malas noticias que leemos, vemos y escuchamos por acá. Todavía si fueran libros, pues pasa, porque me faltan muchísimos (algunos, verdaderos ladrillazos) para adquirir sabiduría.

Okay: finalmente ahí estamos, entre muchas especies y razas, los terrícolas buenos —porque un cielo con equidad debe contener a los bien portados de todos los planetas habitados, desde luego— y de pronto, sin tapujos y de forma muy frecuente alguien sugiere echarnos un trago para festejar, qué caray. ¿Festejar qué? Pues que ya estamos ahí, hombre, ¿qué se les hace poco?. Ahí sólo debe haber vinos y licores de lo mejorcito. Así que nos lo tomamos, y, como en la Tierra, primero uno, y luego otro y otro más, hasta que nos embriagamos. ¿Tendremos cruda al rato? No creo, porque si no tenemos hígado, pues está rudo que nos haga daño el alcohol. O las drogas para tal caso. ¡Por fin podremos beber sin parar y sin que nos regañen o nos sintamos xomo perros regañados al día siguiente! Entonces debemos creer que aunque el vino no nos haga efecto —qué lástima, porque aunque lo neguemos es lo que lo hace popular y es una de sus mejores características— podremos paladearlo. Entonces, si hay vino, debe haber comida. Y si hay estos santos placeres, la comida tampoco debe hacernos daño. Luego pues, no hay obesos ni colesterol ni agruras en el cielo. Esto contesta parcialmente mi pregunta anterior del aspecto que tendríamos en el paraíso celestial.

Ahora bien, si los casados ya no vamos a estar casados, porque es de todos conocido (y esperado por una gran parte de habitantes de la Tierra) el dicho “hasta que la muerte nos separe”, entonces ¿podremos volver a tener amigas, amiguitas, amantes y quickies? ¿O, mejor, mucho mejor, slowies? ¿Habrá sexo en el cielo? Desde luego ya no tendrá nada de pecaminoso e inmoral —si es que ustedes son de los que creen que alguna vez lo fue durante la efímera vida terrenal— y podremos darle “vuelo a la hilacha”, que es la filosofía actual de muchos entes que conozco. Y volveríamos a lo multi-orgásmico, lo que sería fantástico.


Como dicen que dijo Woody Allen (yo no creo que haya dicho nunca algo genial, porque con ese aspecto, debe ser un tipo sombrío y adolorido con el mundo… o con sus padres): “el sexo es algo sublime entre dos seres humanos. Pero entre cinco, es fantástico”. Y habiendo una multitud allá, en el cielo, habrá un anonimato de aúpa, una gran cantidad de partners potenciales. Y nadie nos echará en cara la infidelidad, la indiscreción o la vergüenza (¡podremos decir nombres y hacer recomendaciones!)ni se preocupará por las enfermedades mortíferas (o por lo menos secretas) ni por la natalidad no deseada. Niños, habrá nomás los que ya se nos fueron o mandó Herodes. Y allá estarán felices, jugando, echando machincuepas y gritando sin molestar a nadie.

Me imagino un encuentro cercano del sexo tipo entre seres de distintas épocas y distintos lugares: una neantherdal (no les vamos a quitar la posibilidad de que hayan subido, ¿verdad?), con Mozart (que ya se llamará sólo Ludwig, para los cuates), con Gabriela Mistral (o Gaby), con el Presidente López Mateos (ese sí seguirá siendo el Presi) y, desde luego, varias modelos, campesinas europeas medievales, recolectoras africanas, obreras sudamericanas y actrices escandinavas de preferencia (y no faltarán las mexicanas, claro) y Nelson Mandela, Olof Palme, el Zar Alejandro, Bolívar, Esquilo, Don José María Morelos (a quien reconoceremos por su infaltable pañuelo en la cabeza), un alvaradeño mal hablado y Mauricio Garcés, simpático como siempre, entre otros. Como dicen los españoles: ¡joder! Y en el strictu sensu de la palabra. Y/ conste que no mezcle seres de otros planetas para no ser matapasiones.


Ahora que si me dicen que el cielo es para rezar y esperar a algo (¿a qué?), a mi no me gusta ese concepto tan inquisitorial, medieval y pueblerino, y por ello conmigo nomás no cuenten.

Prefiero el mío. Mi cielo… Que estoy seguro ahora lo es de muchos.

lunes, 23 de junio de 2008

Ebrard: impresiones y consejos

Marcelo Ebrard vuelve a estar ahora bajo los reflectores de los medios de comunicación, otra vez por un hecho sangriento, y yo no sé qué pensar de él. No falla: tan pronto dice o hace algo bien, se contradice y hace o dice algo que creo está mal. No vaya a ser que crea que los reflectores lo hacen a uno crecer, como pasa con AMLO, al que los medios ya deberían de olvidar. Y además, debemos reconocer que AMLO le dejó la ciudad destruida, física y burocráticamente.

Ebrard tiene cosas a favor:
· Fue preparado en le escuela del salinismo (se dice que nos guste o no, Salinas fue el Presidente más inteligente y “echao pa´lante” de México desde 1970).
· Es tragaños, (DF, 1959). Tiene buena experiencia.
· En 1997 llegó a ser Diputado Federal en la LVII Legislatura por el PVEM
· Está bien preparado en escuelas particulares. Egresó del Colmex y de la prestigiosa ENA, en Francia
· Pertenece a una familia de descendencia francesa (barcelonettes) decente, trabajadora y de primera clase
· Limpió recientemente y hasta ahora el Centro Histórico de vendedores ambulantes, y ha efectuado importantes y estorbosas obras viales y turísticas, algunas de las cuales se están haciendo todavía, casi todas con fines electorales para antes del 2009.
· Ha expropiado los inmuebles y terrenos en los que se delinque
· Usa la bicicleta un día —se ve horrible en traje y corbata y con casco— y parece que emplea un ruidoso y contaminante helicóptero el resto de la semana
· Por su genética política originada en el PRI, que es la que le ha dado disciplina política, se lleva bien con todos los políticos de verdad, menos con el Presidente Calderón. ¿No será ya tiempo de que juegue el juego con todas sus reglas y se una para fortalecer a la República? ¿No se le hace por lo menos raro que en las mismas elecciones en donde se acepta su triunfo por nocaut, también gane el Presidente por una mínima cantidad? ¿Los que contaron los votos fueron diferentes personas o las mismas que contaron los del Presidente?

Pero tiene cosas malas:

Como casi todos los políticos postmodernos, es un camaleón en la política
Ha hecho gala populachera, como lo hizo su antecesor. El se ha servido de las playas y albercas, el Zócalo para espectáculos, etc.
Hasta ahora, para muchos parece haber sido el sirviente de AMLO, cosa que manifestó por primera vez al declinar su candidatura a Jefe de Gobierno por otro partido a favor del primero en marzo del 2000.
Fue hasta hace poco —y sigue siendo— el colaborador de Manuel Camacho Solís, un político ardido y mal perdedor en la elección digital (por el uso del dedo) para candidato del PRI en 1993
En 2004, siendo Secretario de Seguridad Pública del DF en la gestión de AMLO, tras de los hechos sangrientos ocurridos en Tlahuac, fue destituido por el Presidente Fox, de quien dependía su nombramiento.
Nunca mira a los ojos de su interlocutor, y da la impresión de que se toma muy a pecho
Insiste en hacer consultas sobre algunas cosas, en apariencia siguiendo los designios de AMLO, y en cambio en otras lo que pensemos le vale un rábano, como subir los impuestos en el DF, pretender hacer un túnel del Auditorio Nacional a Santa Fe, imponer el No Circula los sábados, el erigir forzosamente un edificio de altura vertiginosa, la Torre Bicentenario; cambiar la fecha oficial de celebración del inicio de la Independencia, etc.
Durante la gestión en el DDF de Camacho Solís, y él siendo el Secretario General de Gobierno, fue junto con éste, el artífice de la “concerta-cesión”, que en la práctica se manifestó siempre como la pura cesión del gobierno ante la oposición y los grupos clientelares como taxistas, microbuseros, franeleros, etc. (muchos de los que ahora usa el PRD, desde luego).
Ahora trae encima, repito, los reflectores, porque gente de su equipo de trabajo acaba de cometer la sangrienta pifia del antro News Divine. Esto sucede por ceder a la presión de las tribus del PRD, poniendo gente no preparada en sitios delicados.

Hay cosas que debe pensar el licenciado Ebrard ahora que quiere competir por la Presidencia de este país.

La primerísimo es si ya sabé cómo le va a hacer para despegarse de la influencia y de la imagen que tenemos muchos de que es un patiño de AMLO.

La segunda es que al manifestar sus intenciones con tanta anticipación, se convertirá —quiéralo o no— en un pre-precandidato y tenderá a distraerse de sus labores como gobernante, con el afán de quedar bien con diferentes grupos. Es decir: dejará de ser el gobernante de todos en el DF, para complacer a unos cuantos.

La tercera es que ojalá que se haya dado cuenta de los enemigos que se ganó al hacerlo y a quiénes representan. Ahora estará navegando en aguas saturadas de espías y enemigos. Desde luego, el más inmisericorde será su hasta ahora líder, AMLO, y los seguidores de éste, quienes no sólo son ignorantes y astutos, sino que además carecen de cualquier escrúpulo, como lo han manifestado mil veces (sobre todo el jefe). Y, la verdad, por ahora, es que si no hubiera nadie más que escoger, prefiero en Los Pinos a Ebrard que a AMLO toda la vida.

La cuarta es que va a tener que inventar un partido político que lo respalde, porque lo que queda del PRD no le va a servir para nada, a menos de que en unos cuantos años logre revivirlo. Y a éste todavía le falta autodestruirse aún más. Lástima, porque en mi opinión México necesita un partido serio de izquierda democrática, tipo la europea.

Y, por último, al manifestar sus intenciones puede lograr el fatal efecto “Marthita” (con th, por supuesto) al hacer que el público fije sus reflectores más en el futuro, en el 2112, que en lo que está pasando ahora, lo que nos urge y asfixia. Por concentrarse en la candidatura, puede no darse cuenta de que mientras en México baboseamos eternamente sobre temas pasados de moda, los demás países avanzan a pasos agigantados.

En un fantástico libro que estoy leyendo llamado The Way We Will Be 50 Years from Today: 60 of the World's Greatest Minds Share Their Visions of the Next Half-Century, (http://search.barnesandnoble.com/booksearch/results.asp?WRD=The+next+50+years) (Cómo seremos dentro de 50 años: 60 de las mejores mentes comparten su visión del próximo medio siglo), recopilado por Mike Wallace, de la editorial Thomas Nelson, muchos de los autores dan por sentado que en 2058 el mundo estará conformado de varios bloques: Brasil, la Unión Europea, China, EEUU., India y Japón; algunos de ellos de los llamados BRICS (http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=BRIC&oldid=17896104). Nótese que México no aparece entre ellos como el líder de América Latina que fue durante todo el siglo XX.

Mientras que nosotros estamos ahora mismo ante la computadora, o haciendo nuestros trabajos diarios, casi todos los países, incluyendo los supuestamente socialistas, están trabajando a todo vapor, sin descanso, siguiendo planes y proyectos a mediano y largo plazo para producir más riqueza, porque si no la hay lógicamente que no podrá ser repartida entre sus pueblos.

Y un recordatorio para el licenciado Ebrard y los demás que se sientan prospectos de candidatos de cualquier partido: la soberanía no es una entelequia, ni radica únicamente en el petróleo o en la minería, o en el Himno Nacional: la soberanía se come. La comen a diario muchas familias.
Si no tenemos para comer, no tenemos soberanía, por más que se desgarren las vestiduras diputados, senadores y líderes de los partidos.

Sé que tengo escasas posibilidades de que Ebrard me lea y, menos, de que me haga caso, pero todos estaremos muy pendientes de él y de los otros potenciales precandidatos. No vaya a ser que alguno de ellos, en lugar de tener valor civil e inteligencia, habilidades políticas y amor por México y sus habitantes, quiera seguir llevando a cabo las fatales concerta-cesiónes.

lunes, 12 de mayo de 2008

Grandes inventos


Esta es la gran época de los inventos que hacen nuestra vida más cómoda. Nos facilitan las cosas y las hacen más rápidas. A veces más baratas y eficientes —aunque no con la frecuencia o con la seguridad que yo desearía—, y desde luego nos evitan tantos movimientos y quema de calorías. ¿Por eso habrá tanta obesidad caminando en dos patas?

Dicen que si usted quiere volver loco a su pareja en la cama, sólo debe esconderle el control remoto y pienso en los años 60, 70 y 80 cuando para cambiar un canal de televisión nos teníamos que levantar del sillón, caminar hasta la tele y girar una perilla, que si no quedaba exactamente en su sitio hacía que la imagen parpadeara continuamente. ¿Y qué me dicen de los botoncitos que tenían los aparatos de TV para controlar el rayado horizontal o vertical tan frecuente en aquellos tiempos? Había que estarse parando para que volviera la imagen. Si uno habla de esto ante personas más, ejem, jóvenes, piensan que hablamos de la era paleozoica. Ahora, cuando hacemos zapping porque tenemos más de 200 canales de televisión que simultáneamente y todo el tiempo transmiten pura basura, repeticiones y programas refritos —que generalmente son un poco mejor que los actuales— imposible hacer un buen intento de idiotizarse sin un buen control remoto (CR). Si se es exigente, y tiene uno dinero, puede tener un control que además de la TV también maneje el DVD, la VCR, Sky, Cable, el TiVO y el IPOD. ¿Qué le parecen los nombres? Eso no es lo curioso, lo curioso es que casi todo mundo sabe de qué estoy hablando.

Un jogger en los EEUU, que se dice que era dentista, al correr diariamente en un bosque (aquí no se puede correr en ningún bosque del país por el peligro de los talamontes o asaltantes, de los atencos o de los narcos), descubrió que al pasar por un determinado lugar siempre encontraba pajaritos muertos. Sospechó la existencia de un asesino serial —ah, la suspicaz mente estadunidense entrenada diariamente a fondo para la paranoia—, y llevó algunos cuerpos (¿o cadavercitos?) a un amigo veterinario para que los autopsiara. Revelación sorprendente: los cuerpecillos estaban concinados adentro, pero crudos afuera. Resultó que las aves tenían la mala fortuna de pasar frente a una antena de microondas, de las que se emplean para las comunicaciones. Al pasar atravesando el haz, estando la transmisión activa, se cocinaban y morían. De ahí surgieron los hornos de microondas, sin los cuales ya no podríamos hacer muchas cosas que antes requerían de gas, carbón y de tizne (de los dos tipos). Temo el día que se demuestre que las microondas cuecen poco a poco los lóbulos temporales del cerebro, lo que explicaría la extendida tendencia que tienen mis amigos y coetáneos a olvidar de lo que están hablando, cuando recuerdo que antes todos hablábamos de corridito y podíamos hablar, beber, divertirnos, ver muchachas, criticar y respirar al mismo tiempo. Algunos hasta fumaban al hacer todo esto.

Pasa uno por la calle y ve a su alrededor a personas con audífonos en las orejas. Algunos mueven la cabeza rítmicamente. Otros miran el infinito o, de plano, llevan los ojos cerrados en callado gesto de concentración. Los más pobres van escuchando una radionovela o los chismes más amarillistas que les vierten las orejas y los ventaneando y el gordo y la flaca y ellas con las estrellas. Algunos con más posibilidades llevan un casi-obsoletos-ya discman, y el resto, la mayoría, van oyendo sus mP3 con variados nombres: los humildes un teléfono celular o un USB, los poderosos un IPOD. Son la nueva generación aislada. ¿Cómo se irá a llamar a sí misma? Ya tenemos generación X, generación Y, estos tal vez sean la generación del Me Vale. Las iniciales MV, en números romanos forman el número 1005. No está mal: la Generación 1005, que se caracteriza en que la mayoría de sus integrantes jamás han escuchado un buen disco bien grabado, que se conforman con lo que les den o se puedan piratear en Internet. Que no desean ni sabrían trabajar en equipo, porque los audífonos los aíslan del mundo, al que no quieren pertenecer, porque la música, el show, los conciertos —el pan y el circo, pues—, lo dominan todo. SON todo —y esto bien que lo saben los gobiernos—. Es bueno, muy bueno, tener colecciones de música, pero qué sociedad hemos creado que los jóvenes (en la calle no he visto ancianitos escuchando estos aparatos) no sienten interés en lo que sucede, en lo que ha pasado, en la historia o en el futuro. Cortar el presente aislándose es boicotear el flujo de la historia: la del mundo, la del país, la de ellos.

Pasé muchos años de mi vida sin requerir de estar llamando a nadie por teléfono cuando estaba en la calle, en un restaurante, con otra persona, con un amigo, cuando transitaba en mi auto. Ahora todos andamos con “collar y correa”. Al principio por la inseguridad causada por la delincuencia , y ahora por la comodidad o de plano el ocio y la indiferencia. Tenemos que aguantar al vecino de mesa que vocifere —como si el mismo aparato no transmitiera electrónicamente hasta sus más mínimos resuellos— sus diferencias con su cónyuge, o le cuente sus aventuras a su amigote o regañe a sus empleados. ¿Por qué tengo que soplarme estas conversaciones en público? ¿Qué derecho tiene la ineducada gente a hacerme sabe sus nimias pláticas? Si fuera el Teléfono Rojo (con mayúsculas), pasa. Pero los comentarios de una señora a su amiga (¿o también se dirá amigota?), ¿qué diablos me importan a mí o a cualquiera de los otros asistentes a un cine o a un restaurante? Y además, ahora los celulares también tienen sonidos supuestamente chistosos, jueguitos, cámara fotográfica y de video —extrañísima combinación que a cualquiera convierte en paparazzo—, radio AM/FM, mP3 y hasta Internet. Les falta bailar o tener un sombrerito con una bandera o algo así.

Por si fuera poco, para machacar el tema del teléfono, pasan los tipos por la calle mascullando o gritando a nadie. ¿Están locos? No: traen un Bluetooth. A veces, este audífono inalámbrico cintila o centellea de color azul o rojo, cumpliendo así también con el reglamento de tránsito para peatones, que señala en su Artículo 23 que todos los transeúntes que hablen por teléfono deben tener una luz cintilante para señalar su estupidez o su complejo de inferioridad. Lo que les debería centellear, aunque sea de vez en cuando, es el cerebro.

¿Quién habrá dicho y aceptado que la cultura sólo se presenta a través de la Internet? Porque eso es lo que creen muchas personas. No cabe duda de que este invento es fantástico y maravilloso, pero cuando se emplea con moderación e inteligencia (lo que elimina al otro 99% del mundo) y con un objetivo. La verdadera cultura, la que trasciende y nos integra al mundo, la que pone nuestras vidas en un contexto real, todavía viene —en su mayor parte, en la parte clásica, en la parte creativa— en las páginas de los libros. Podemos encontrar lo último en Internet, pero no encontraremos las obras de Esquilo, de Cervantes o de Juan Rulfo, por poner algunos ejemplos. No encontraremos mejores versiones de la Iliada o la Eneida que las ya publicadas. No está la historia escrita, sino en versiones menores o en programas especiales que sí tienen un alto costo. Y además, leer en una pantalla no se compara, ni remotamente, con la lectura de un buen libro bajo buena luz en un sillón cómodo, o en la cama.

Sí es verdad: la Internet me comunica con gran velocidad, no contamina tanto como si escribiera en sobre y papel con un lápiz y lo enviara por correo o mensajería o lo llevara en mi automóvil hasta su destino. Me informa las noticias y me permite comunicarme con gente del otro lado del mundo y, próximamente, con gente que esté en naves espaciales o en otros planetas. Esto es muy bueno, excelente, pero no me hace fraternizar con ellos, no me permite verlos a los ojos ni conocerlos. No me permite ser yo, ni escribirles pensando largamente lo que he de plasmar: emociones, sensaciones, impresiones, reflexiones, riqueza de lenguaje, poesía rimada o no, aventuras y cuentos. Mi identidad se les presenta a mis lectores solamente en forma de letra Arial tamaño 12 puntos, y todos somos mucho más que eso. En cambio, quien sabe por qué medios, hace que me escriban aquellos que no deberían escribirme, porque mi dirección se vende en forma impersonal, junto con las de decenas o cientos de miles incautos más. Me llena de spam, de anuncios de cosas que no necesito, me avisa de supuestas mujeres inaccesibles y solitarias que desean que yo les escriba, me quiere obligar a ver cursis presentaciones de fotos (y peor si son con música), me avisa de eventos que me valen un rábano, me llena de chistes sosos y me tienta con mujeres bellísimas (probablemente inexistentes), con pornografía y artículos que nunca he necesitado y probablemente nunca necesitaré. Más bien dicho: nunca nadie necesitaremos.

Menciono sólo algunos inventos. Faltan de mencionar muchos más. Reconozco que el de hoy ha sido un artículo lleno de humor negro, pero es que nuevos buenos inventos, de esos que son tan necesarios que hacen que el público clame por ellos, que mejoren a la especie humana, que saquen lo mejor del ser humano, que procuren la salud, el trabajo y el bienestar y saquen de la pobreza e insalubridad a millones que las padecen, que nos hagan más sabios o más prudentes o, cuando menos, más buenos e inteligentes… De esos no hay muchos.

Por lo menos nuevos.


lunes, 7 de abril de 2008

La venganza de los Aztecas




Para un observador descuidado y normal, parecería que la conquista de América por los españoles en el siglo 16 ha quedado en el olvido, que las cosas ya quedaron como están y que todos estamos satisfechos, resignados o en paz.

Pero, para un observador sagaz (como tú y yo), esto no es cierto. La venganza de los aztecas consiste en reconquistar todos sus antiguos territorios, incluyendo los de pueblos más primitivos que ellos, como los que habitaban lo que ahora es el norte de México y los Estados Unidos y Canadá (apaches, sioux, pawnee, navajos, etc).

Cuando en 1519 llegaron los españoles (la crema y nata, josú) al territorio que básicamente ocupaba el sangriento Imperio Mexica, comandados por —eso sí— un hombre admirable llamado Hernando Cortés al que le decían Hernán, como ahora a las Leticias les dicen Lety, se cometió unos de los más profusos y sigilosos genocidios en la historia: se calcula que de la conquista a un siglo después, entre las guerras y batallas, las encomiendas, la Inquisición y las enfermedades que llegaron del Viejo Mundo, murieron en el nuevo continente cerca de 16 millones de indígenas (muchos más que los que ellos mismos mataban en sus guerras de dominación).

Las fuerzas entre europeos e indígenas eran incomparables: el avance socio-económico europeo, e uso dela rueda, el dominio de los metales trabajados, las armaduras y cascos, el poder de la caballería (simplemente tener caballos, porque en el nuevo mundo no existían antes de esta época), la pólvora y armas de fuego, la experiencia y la estrategia militar producto de decenas de siglos (en Europa todos peleaban contra todos) y, de manera fundamental, la astucia de Cortés en ganarse a su favor la voluntad de todos los pueblos indígenas explotados por los mexicas para guerrear contra éstos, quienes siempre los habían derrotado, humillado y quitado a sus mejores hombres para sacrificarlos. Por ello, hay quienes dicen que “en México la conquista la hicieron los indios y la Independencia, los españoles”. La mexica era una incipiente civilización de apenas 200 años de edad, avanzada en pocos campos, como la astronomía y la medicina natural, pero prácticamente neolítica con asentamientos permanentes. Aquellos mexicas (y de paso los aliados de los españoles también) que sobrevivieron, fueron esclavizados y sujetos a la más inmisericorde explotación española, robados de padres y madres, de sus propiedades, de su tejido social y hasta de sus nombres originales. Basta con ver las obras artísticas que afortunadamente quedan del arte barroco mexicano colonial traído por los epañoles y la magnificencia de los monumentos, especialmente de las iglesias y palacios, para darnos cuenta de la sobreabundancia de mano de obra no barata: gratuita. Indígena, claro. Española nunca.


Y parecería, como dije antes, que hasta ahí llegaba la cosa.
Pero no.

Con el tiempo, los descendientes de aquellos indígenas que quedaron en Mesoamérica (ya no sólo los aztecas) se multiplicaron aumentando su número geométricamente y, con infinita paciencia, proveniente de su orígen oriental, nunca perdieron de vista su objetivo: reconquistar sus territorios y aumentarlos si fuera posible, imponiendo esta vez sus costumbres y condiciones ya en un contexto postmoderno.

Hablamos de recuperar desde más o menos 1950 todo el territorio ocupado por Texas, Arizona, Nuevo México, California, y las mitades de Oregon, Utah, Idaho (ver el mapa). Pero de pasadita, se extendieron y conquistaron mucho más terreno: Chicago, Ohio, Washington (estado y ciudad), Detroit, Carolina del Norte, Kansas, Arkansas, los poblanos tomaron Nueva York (llamada también Puebla York) y ví a muchos que ya llegaron a Alaska, habiendo dejado a su paso muchos retoños y comunidades en todo Canadá, que vaya sí tiene un vasto territorio. Miami se la donaron a los cubanos y a sus hermanos del sur del continente. Y, ¡ay de aquellos que intente arrebatarles más!
Pasando fielmente sus principios a sus descendientes, los actuales mesoamericanos (la mayoría mexicanos, pero con aportaciones importantes de centroamericanos y caribeños), ya mezclados con blancos, rojos, amarillos y negros en muchos casos, nunca han perdido de vista la consumación de esta feroz venganza: conquistar México (que ya casi lo tienen del todo, aunque todavía les faltan algunos puntos en los que han encontrado resistencia, como Las Lomas, Polanco, Bosque Real, San Jerónimo, San Angel, Santa Fe y otras pequeñas comunidades en otras ciudades) y conquistar no sólo lo que ya tienen, sino sus antiguos territorios del norte. Por lo menos, cerca de 12 millones lo han logrado y ya viven allá y pronto empezarán a dictaminar, tal vez en la próxima elección de los EEUU, quiénes han de ser Presidentes o Presidentas y Primeros Ministros de esos países. Hay que aceptar que no han quitado el dedo del renglón y que han sabido convivir con quienes ellos sienten que no les estorban en su migración, siempre y cuando les permitan seguir hablando en español o sus lenguas nativas, comiendo sus platillos picosos acompañados de la infaltable vitamina T (tortillas, tacos, tortas, tostadas, tlacoyos, etc.) y adorando a la Virgencita guadalupana. Si el gobierno de México les estorbara, ya habrían tomado medidas severas, pero resulta que algunos de los gobernantes que hemos tenido se identifican o son parte de ellos -dándose cuenta o no- y les han facilitado las cosas, incluso creando (¿involuntariamente?) las condiciones para que emigren hacia el norte. Si alguien les impidiera ese sistema de escape -aunque sean los gobiernos-, y les pusiera un obstáculo, digamos que un muro, robots, policías o vigilancia electrónica o satelital, no les quedaría más camino que seguir adelante (aunque muchos de ellos cayeran muertos, como las hormigas) y crear, como el vapor encerrado en una olla express, en México una pavorosa presión política y social . Por eso es importante encontrar maneras mediante las cuales los migrantes puedan seguir evadiendo muros, barreras y cercas de cualquier tipo. Podríamos decir que mientras haya paso de drogas, en tanto éstas no se legalicen por ejemplo, seguirán pasando los aztecas. Otra manera sería crear las condiciones para que ya no quisieran emigrar, pero como se ven las cosas, esta solución está en chino…. O en griego, pues, para ser más políticamente correctos (después de todo, ¿quién quiere enemistarse con los primeros?)

Hago un exhorto al gobierno mexicano para que de ninguna manera tome medidas que aumenten la presión dentro de México. Dejémoslos salir. Desafortunadamente, estos son, ahora sí, lo mejor que tenemos en el país: aquellos que quieren trabajar incondicionalmente a toda costa y sin límite para ganar más y mejor que los que se quedan. Los que puntual y responsablemente envían remesas a sus familias y comunidades. Los que no les importa que los amparen la CTM, el SNTE, la CROC, la CROM, el SITUAM o, en general, el sindicalismo o los partidos políticos mexicanos y prefieren mil veces estar solos que mal acompañados. Los que se erizan cuando el gobierno mexicano les dice que "los va a ayudar" o a proteger . Los que quieren dedicarse a lo suyo, a producir y crear riqueza, a pesar del villano de taberna López Obrador y sus secuaces (¿recuerdan a Bejarano, Ponce e Imaz)? Esos mexicanos que, a pesar de todas las trabas que nos pone el gobierno para hacer negocios, los hacen, y quieren y necesitan desarrollarse y hacer progresar a sus familias y a sus comunidades.

Si estos mesoamericanos no existieran, los que quedamos en México y en grandes porciones de América Latina, seríamos más pobres, porque no recibiríamos los dineros que mensualmente envían desde nevadas tierras, en donde muchas veces son explotados, minimizados, ridiculizados y olvidados por los sistemas de seguridad social del país más rico del mundo, que se olvida de que sin ellos, muchas actividades se paralizarían porque los propios estadunidenses ya no las quieren efectuar, como lo señala en forma graciosa la película “Un día sin mexicanos”.

La situación que se viene en México es que a partir del año 2030, en que la población mexicana dejará de crecer y se estancará en apenas 130 millones de habitantes (según fuentes generalmente bien informadas), tendremos que dejar pasar a los centroamericanos y caribeños que busquen tener mejores niveles de vida y que quieran hacer los trabajos que ya para entonces los mexicanos no querrán efectuar. Esto va a significar un cambio profundo y duradero de nuestras características sociales y antropológicas (habrá un gran número de inmigrantes de raza negra y de religiones no católicas, la mayoría varones, por ejemplo). ¿Estamos listos ya? ¿Estaremos listos entonces? ¿Serán fáciles de aceptar estos cambios? Mientras tanto, la venganza de los aztecas, de los mesoamericanos seguirá teniendo lugar pese a cualquier barrera que les quieran poner. Habrá mucho lugar para que la nueva oleada pueda expandirse… a menos de que nuevamente empiecen las guerras floridas.

martes, 11 de marzo de 2008

El País de las Propinas

El País de las Propinas

La razón por la que muchos mexicanos no acostumbran trabajar es porque por cualquier cosa reciben propinas. De todos los que los rodean. Y durante muchos años, incluso de los gobiernos.

La propina es, básicamente, un impuesto para las clases bajas y medias que poseen automóvil. Aunque esto último no es indispensable, sí es un factor determinante. Se ha transformado en una ayuda a los gobiernos estatales y al federal porque les quita de encima la obligación de crear empleos y la preocupación por impedir que muchas personas que no saben hacer nada se vayan a convertir en delincuentes. Bueno, más delincuentes.

Ofrecer y aceptar dádivas por cualquier motivo nimio es muy mexicano. Es una forma de corrupción para mantener de nuestro lado a alguien que, de otra manera, podría perjudicarnos. Pero la corrupción es la corrupción, y es como el embarazo: o estás o no estás, no hay términos medios. Eres corrupto o no eres.

Imaginen esto: un sábado por la mañana tienen que ir al centro de la ciudad a comprar algo (porque el centro sigue siendo el centro y es fuente inagotable de bienes y servicios que a veces no se encuentran en otros sitios de la ciudad). Estacionan su automóvil en uno de los muchos y horrorosos estacionamientos privados que existen. Tras de negar que lo laven y enceren, escuchan con aprensión cuando el chofer (conocido como “el chango”) que maneja el automóvil lo sube haciendo rechinar las llantas por una escalofriante y muy sonora rampa metálica. Horas después, al regresar a recogerlo y de haber pagado una importante suma, traen nuestro auto, al que hay que revisar de reojo para ver que, por lo menos, no tenga más golpes de los que traía y que no le falten piezas evidentes, como los faros. El chango que lo ha manejado, que puede no ser el mismo al que lo entregamos al llegar, estira la mano y tenemos que darle por lo menos cinco pesos. ¿Por qué? Solamente hizo lo que le pagan por hacer: traer el auto de un piso al otro. Hago notar que al pagar no nos dan factura a menos de que mostremos nuestro RFC, una identificación con una fotografía reciente viendo hacia la izquierda y una copia certificada de nuestra acta de defunción, porque es sabido que el SAT siempre facilita las cosas.

Salen del centro de la ciudad y se dirigen por Reforma hacia el Periférico. En cada esquina se van a topar con vendedores de los más increíbles artículos, posiblemente robados o pasados de contrabando y con pedigüeños profesionales. Hordas de ellos.

Hace años, creo que el Instituto de Capacitación de la Cámara de la Industria del Calzado hizo un estudio que mostraba que la gente que vende o pide limosna en las calles gana mucho más que los asalariados, con la ventaja enorme de que no pagan impuestos. Y eso no se vale: si uno paga impuestos puede hablar mal del gobierno, de la oposición, de quien uno desee —que para eso está la libertad de expresión—, pero si uno no paga impuestos, ¿con qué cara puede uno hablar mal de las cosas, si no está cooperando para que mejoren?

Estos pedigüeños son tan variados como la imaginación y, además, como los circos, tienen temporadas: niños y hombres y mujeres perfectamente dotados físicamente y que deben representar a las compañías Adams o Trident —que juntas tienen más representantes que Avón y el SNTE de la Gordillo— y que insisten en tocar los espejos de los coches, ensuciándolos; payasitos con globos en los glúteos; tragafuegos (creo que esta es una especie en extinción por el calentamiento… bucal); malabaristas que a veces hasta largas escaleras traen; lavavidrios instantáneos que aprovechan no se si los descuidos de los conductores o la cara de idiotas que llevan para lanzar chorros de un líquido lechoso sobre el parabrisas y el cofre del auto —me he fijado que sus víctimas favoritas son las señoras—; dizque ancianas vestidas de indígenas que a veces da la impresión que a la vuelta de la esquina se maquillan y visten correctamente para llegar a sus casas en la colonia Santa María la Ribera o Escandón; hombres y muchachos cargando cajitas obviamente violadas con el logo de alguna institución que ayuda a los niños con parálisis cerebral o a las mujeres violadas; personajes patéticos con fracturas en los huesos que nunca sueldan (porque se dejan ver en las mismas esquinas durante meses cargando una receta médica muy antigua y ajada y con brazos o piernas vendados); mujeres pequeñitas cargando grandes muñecos o niños posiblemente ya alimentados con corn flakes y leche; minusválidos en sillas de ruedas que arriesgan la vida al transitar entre los ríos de automóviles; viejitos desdentados que apenas pueden con su alma. A quienes solicitan nuestro donativo (siempre con cara de tristeza y aburrimiento) digamos que dos de cada cuatro automovilistas les dan un óbolo. Los taxistas no fallan. Ha de pensar que si no fuera por la virgencita ellos estarían pidiendo. Cuidado, porque entre toda esta caterva de personajes circenses se ocultan en ocasiones los asaltantes y arrebata-bolsas mediante la rotura violenta de los cristales.
En lo personal, cuando me da la gana —que ese es el único privilegio que tenemos quienes podemos dar propinas— ayudo a los viejitos (pensando igual que los taxistas) y a los minusválidos, porque siento que a los niños, abundantes e invariablemente mocosos y sucios, les quita un adulto, un robachicos, su dinero en cuanto dan la vuelta a la esquina. No olvidemos a los vendedores de tarjetas telefónicas que hacen que éstas escapen de los impuestos al no dar facturas y los ya tradicionales de periódicos (los microempresarios) y los de billetes de lotería y sus similares, que se supone deberían ser precisamente los minusválidos., como señalaba el decreto que creó la Lotería Nacional.

¿Se le ocurre ir a un supermercado? Hay que caerse con lo del estacionamiento y con la propina al señor engorrado que, sin saber manejar, nos indica su opinión de hasta dónde podemos echarnos en reversa mientras silba. Si deja su auto en la calle, enfrentará a los franeleros, que casi casi le dirán: ¿se lo cuido o se lo rayo? O, como en Coyoacán y la zona de hospitales del sur, que se han convertido en dueños de la calle al negarse a mover sus huacales o botes de plático si no se les adelantan 20 o 30 pesos. Imposible pensar que el gobierno ignora esto. ¿Será que es del PRD?

Si le llevan el directorio telefónico, el empleado se le quedará viendo unos segundos más pidiendo con su presencia una propina, si el cartero pierde o no las cartas, usted recibirá en su domicilio una atenta cartita pidiendo un regalito (en efectivo, claro) el Día de Muertos, desde luego antes del 12 de noviembre, y antes de Navidad. También recibirá atentas tarjetitas de los empleados de limpia y de los servicios de la ciudad. Si come tacos en la esquina, habrá un cochinito de barro con un letrero pegado que dice “propinas”. Todos piden propinas y es de sorprenderse que muchos las reciban. Todos, excepto la gente que llamamos decente, como nosotros, que tenemos que conformarnos con lo que ganamos menos los impuestos... y las propinas que pagamos a diario.

¿De dónde viene esta nefasta costumbre? ¿De los indígenas o de los españoles? Nadie sabe ni lo sabrá nunca (ni el mismo Samuel Ramos o su seguidor, el Nobel Octavio Paz), sólo que ya durante la Colonia se acostumbraba premiar la labor de algunos personajes, como los aguadores. Cuando la gente no tiene sueldo fijo, no está mal. Pero cuando lo tienen, no tienen vergüenza. En las gasolinerías y en los restaurantes, los dueños pasan la factura de los sueldos de sus empleados a los consumidores, lo que no es justo. Encima: si uno no da por lo menos el 10% de propina en un restaurante, el mesero se le queda viendo un instante más de lo debido mientras que por los ojos grita que uno es un tacaño. Me ha tocado ver a expendedores de gasolina que despectivamente tiran la suelo las monedas de a peso. Y es que, repito, cuando el óbolo es voluntario, uno da lo que le da la gana, si es que da.

Mientras que a los mexicanos no les entre en la cabeza que el dinero para el sustento se gana trabajando, y el gobierno siga regalando cosas y nosotros dando propinas por aquí y por allá, seguiremos siendo, tristemente, del Tercer Mundo. Vamos a proponernos dar menos regalitos a quienes no hacen nada.

viernes, 1 de febrero de 2008

El raterismo en México, 1

La próxima colaboración aparecerá en el blog www.vuela-pluma.blogspot.com   porque esta dirección será consagrada desde febrero a hablar de mercadotecnia en odontología. Busquen  en ambos sitios próximas colaboraciónes.

 

 

El raterismo en México, 1.

 

Hace unos meses estuve en Europa. En Atenas, justo frente a mi hotel había un local con una cruz verde de neón en la entrada: una típica farmacia de barrio. Era pequeña, y la atendía una sola empleada escuálida. En una ocasión, Al pasar frente a ella, entré y le pregunté a la flaca cuánto costaría que me pusiera en el brazo la vacuna contra la influenza. Un Euro, me contestó.

 

Allá, a cualquier peatón le cuesta un Euro. En la bella y sencilla Grecia, que ya es parte de la Comunidad Europea, y por ello mucho más rica que nuestro país, que pésele a quien le pese, junto con resto de Latinoamérica, aún pertenece al Tercer Mundo. ¿Por qué aquí en México, a precio de proveedor, esa misma vacuna me cuesta $300 pesos, que son 18.75 ? 1875 por ciento más que allá.  La lógica indicaría que una vacuna debe costar menos en un país más pobre para que pueda llegar a más gente, ¿no crees? Ni hablar del beneficio sanitario y sobre todo del económico que conlleva prevenir enfermedades en vez de curarlas y luego hasta rehabilitar a quienes enferman. Sólo un loco ignora esto. O así parecería ser.

 

Compré unas medicinas en la Farmacia San Pablo, que yo creía que era sinónima de la baratez farmacéutica. El famoso Lipitor, que es la droga que más ha redituado a la industria farmacéutica en todos los tiempos (más que el Valium y el Viagra),  y que se emplea para bajar el colesterol y los triglicéridos (las grasas de la sangre) cuesta en México, por gramo, agárrese bien,  $1818.33. O sea que el kilogramo cuesta $1 818 333.33.  Sí: un millón ochocientos dieciocho mil pesos con treintaitres centavos. Para que usted se dé una idea, un kilo de oro puro cuesta, ahora a principios de 2008 que está tan caro, $335,183.32. El Lipitor cuesta, gramo por gramo, casi cinco y media veces más que el oro de 24 kilates.

 

Ahora no sé qué hacer. Si prefiero vivir arriesgándome a que el colesterol me tape las arterias pero con dinero  para pasarla de maravilla el resto de mis días, o si elijo vivir muchos años muy sano pero sin un clavo porque todo ese dinero ha tenido que emplearse en medicarme. 

 

En este caso, vivir pasando fríos y sufriendo carencias indudablemente tendría el doble efecto de que la vida me pareciera más larga.  Si no me tomo la medicina me arriesgo, además, a que "el resto de mis días" literalmente puedan ser muchos, muchos menos. Me atosiga la imagen de mí como un homeless, un hombre de la calle, barbón, ensueterado, pero con hoyos en los codos y con un sucio gorro de pompón, muriéndose de frío. ¿Qué camino elegirías tú? Te advierto que tu respuesta dirá si tiendes a ser un sibarita o un espartano. Y si eres obediente con tu médico.

 

Otro ejemplo, que nos hace reflexionar en el mucho dinero y en el gran trabajo que cuestan dormir bien en estas épocas: el Halción, que se emplea con inductor del sueño desde hace muchos años, cuesta $62.73 por gramo. Y ni hablar de otra medicina mucho más cara: el Stilnox.  Hagan sus cuentas y mejor traten de lograr la paz interior y una conciencia muy tranquila.

 

Pero en Sudamérica, que como ya dijimos también pertenece al Tercer Mundo, las medicinas en general cuestan menos. ¿Por qué es más barato allá? Una buena razón es porque en Argentina, Brasil o Perú lo importan de una compañía farmacéutica de la India. Y en Brasil a veces se brincan las leyes de patentes. Hablando de medicinas, digo que lo que es bueno para los peruanos y especialmente para los argentinos, también es suficientemente bueno para los mexicanos. O por lo menos para mí.

 

A quienes protegen el alza indiscriminada de los precios de las medicinas, quienes sean, tal vez oootra vez el Congreso, les propongo que mejor consideren ponerles IVA, pero impidiendo inmediatamente que los precios de éstas se eleven más allá de lo razonable. La verdad, con los precios actuales e indudablemente con los precios futuros nos va y nos irá peor que si las medicinas pagaran doble o triple IVA y tuvieran precios controlados.

 

Pudiendo vender medicinas a estos precios legalmente pero cometiendo una flagrante injusticia—, ¿para qué diablos se arriesgan los traficantes de drogas a que les caigan la AFI, la PFP, el ejército o, peor, los otros cárteles, por vender drogas miserables como la cocaína o el crack, que relativamente son tan baratas en comparación con las legales, llamadas medicinas? Tal vez fuera mejor que éstos organizaran una distribuidora de medicinas…  o pusieran una farmacia, que al fin y al cabo si algo les sobra a los traficantes es el dinero para hacerlo.

 

Hoy ha tocado escribir sobre el raterismo de unas cuantas medicinas, pero podría hacer lo mismo con la ropa de marca que se vende en Liverpool o, peor, en El Palacio de Hierro  (del que yo totalmente NO soy) comparándola en precio, calidad y diversidad con la que se vende en EEUU, en donde por lo general sale más barata aún cuando a su precio le sumemos el transporte, el hotel y los viáticos. Lo malo es que también podríamos hacerlo (y lo haremos en el futuro) con los vinos argentinos y europeos. O con los zapatos, la perfumería, los artículos electrónicos y, claro, los IPod.

 

Curiosamente, parece ser que en México lo más barato es lo que venden las tiendas con franquicias estadunidense: Office Max, Home Depot, SAM´s y Costco, excepto en el nuevo Saks Fifth Avenue de Santa Fe.  Por cierto: ¿a quien se le habrá ocurrido poner un Saks Fifth Ave justo en medio de donde vive la gente que compra en Saks… pero de Houston o Nueva York? Preveo un futuro oscuro para tal persona.

 

Y es que hay una tendencia absurda entre los mexicanos para tratar de sacar con el primer cliente toda la inversión que hacen en un negocio. Y hay una gran tendencia para aprovecharse de los demás en lo que respecta al dinero y los servicios. Ni duda cabe que la hay en todos los pueblos, pero oiga usted: acá nos mandamos y caemos en el raterismo (de ratero en su segunda acepción: "aquel que comete vilezas, bajezas o ruindades en los negocios").

 

Esto podría explicar algo de lo que pasa en el país: ¿no será también que las élites de la pirámide económica, con desmedida avaricia, impiden que nos beneficiemos también quienes formamos parte del cuerpo o la base de la pirámide? Parece que a nadie le importan aquellos que no tienen ni dinero ni seguridad social y que no pueden adquirir los medicamentos que han de proporcionarles mejor salud y un aumento en su calidad de vida. Además, no nos hemos dado cuenta de que el alto costo de la seguridad social en cualquier institución la pagamos todos quienes somos cautivos del fisco. Pero creo que lo más grave del caso, es que aquellos que trabajosamente llegan hasta el nivel de las élites y se proclaman "rabiosamente" honrados, dejan de serlo (por lo menos para los demás) en un corto lapso: seña inequívoca de que el raterismo ha hecho presa de ellos.  

 

Hoy les he dejado muchas reflexiones. Ojalá puedan contestarlas razonadamente y le den sentido a estos aparentes "sin sentidos".

 

Escríbanme para comentar: se valen críticas, pero ya saben: "el remedio, con un trapito".

 

 

Mis próximas conferencias y cursos sobre mercadotecnia odontológica:

 

·        Colegio Dental de Los Mochis, Sinaloa, 9 de febrero (día del dentista), toda la mañana. Informes e inscripciones: (668)812-2127 ó ueharamario@hotmail.com

 

·         Universidad Autónoma de Aguascalientes, Semana Cultural de Estomatología, viernes 14 de marzo, toda la tarde. Informes e inscripciones: (449)138-6016 ó ryeogon@hotmail.com

 

 

·        XXll Congreso Estatal de la Federación de Cirujanos Dentistas de Sonora, el cual se llevara a cabo los días 9,10 y 11 de Octubre de 2008, San Carlos Nuevo Guaymas, Son

 

·         Y sobre el papel del dentista en el tratamiento del ronquido:

     III Curso GELARA y 3er Encuentro Mexicano de Roncopatía y      Apnea del Sueño, Nuevo Vallarta, Nay.,  31 de julio y 1 y 2 de agosto. Inscripciones e informes: (55)5568-6954 ó clivoz@gmail.com,

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 31 de enero de 2008

Bienvenidos

A partir del 1o de febrero, aquí publicaremos interesantes opiniones. Esté usted atento. Vuelapluma