lunes, 7 de abril de 2008

La venganza de los Aztecas




Para un observador descuidado y normal, parecería que la conquista de América por los españoles en el siglo 16 ha quedado en el olvido, que las cosas ya quedaron como están y que todos estamos satisfechos, resignados o en paz.

Pero, para un observador sagaz (como tú y yo), esto no es cierto. La venganza de los aztecas consiste en reconquistar todos sus antiguos territorios, incluyendo los de pueblos más primitivos que ellos, como los que habitaban lo que ahora es el norte de México y los Estados Unidos y Canadá (apaches, sioux, pawnee, navajos, etc).

Cuando en 1519 llegaron los españoles (la crema y nata, josú) al territorio que básicamente ocupaba el sangriento Imperio Mexica, comandados por —eso sí— un hombre admirable llamado Hernando Cortés al que le decían Hernán, como ahora a las Leticias les dicen Lety, se cometió unos de los más profusos y sigilosos genocidios en la historia: se calcula que de la conquista a un siglo después, entre las guerras y batallas, las encomiendas, la Inquisición y las enfermedades que llegaron del Viejo Mundo, murieron en el nuevo continente cerca de 16 millones de indígenas (muchos más que los que ellos mismos mataban en sus guerras de dominación).

Las fuerzas entre europeos e indígenas eran incomparables: el avance socio-económico europeo, e uso dela rueda, el dominio de los metales trabajados, las armaduras y cascos, el poder de la caballería (simplemente tener caballos, porque en el nuevo mundo no existían antes de esta época), la pólvora y armas de fuego, la experiencia y la estrategia militar producto de decenas de siglos (en Europa todos peleaban contra todos) y, de manera fundamental, la astucia de Cortés en ganarse a su favor la voluntad de todos los pueblos indígenas explotados por los mexicas para guerrear contra éstos, quienes siempre los habían derrotado, humillado y quitado a sus mejores hombres para sacrificarlos. Por ello, hay quienes dicen que “en México la conquista la hicieron los indios y la Independencia, los españoles”. La mexica era una incipiente civilización de apenas 200 años de edad, avanzada en pocos campos, como la astronomía y la medicina natural, pero prácticamente neolítica con asentamientos permanentes. Aquellos mexicas (y de paso los aliados de los españoles también) que sobrevivieron, fueron esclavizados y sujetos a la más inmisericorde explotación española, robados de padres y madres, de sus propiedades, de su tejido social y hasta de sus nombres originales. Basta con ver las obras artísticas que afortunadamente quedan del arte barroco mexicano colonial traído por los epañoles y la magnificencia de los monumentos, especialmente de las iglesias y palacios, para darnos cuenta de la sobreabundancia de mano de obra no barata: gratuita. Indígena, claro. Española nunca.


Y parecería, como dije antes, que hasta ahí llegaba la cosa.
Pero no.

Con el tiempo, los descendientes de aquellos indígenas que quedaron en Mesoamérica (ya no sólo los aztecas) se multiplicaron aumentando su número geométricamente y, con infinita paciencia, proveniente de su orígen oriental, nunca perdieron de vista su objetivo: reconquistar sus territorios y aumentarlos si fuera posible, imponiendo esta vez sus costumbres y condiciones ya en un contexto postmoderno.

Hablamos de recuperar desde más o menos 1950 todo el territorio ocupado por Texas, Arizona, Nuevo México, California, y las mitades de Oregon, Utah, Idaho (ver el mapa). Pero de pasadita, se extendieron y conquistaron mucho más terreno: Chicago, Ohio, Washington (estado y ciudad), Detroit, Carolina del Norte, Kansas, Arkansas, los poblanos tomaron Nueva York (llamada también Puebla York) y ví a muchos que ya llegaron a Alaska, habiendo dejado a su paso muchos retoños y comunidades en todo Canadá, que vaya sí tiene un vasto territorio. Miami se la donaron a los cubanos y a sus hermanos del sur del continente. Y, ¡ay de aquellos que intente arrebatarles más!
Pasando fielmente sus principios a sus descendientes, los actuales mesoamericanos (la mayoría mexicanos, pero con aportaciones importantes de centroamericanos y caribeños), ya mezclados con blancos, rojos, amarillos y negros en muchos casos, nunca han perdido de vista la consumación de esta feroz venganza: conquistar México (que ya casi lo tienen del todo, aunque todavía les faltan algunos puntos en los que han encontrado resistencia, como Las Lomas, Polanco, Bosque Real, San Jerónimo, San Angel, Santa Fe y otras pequeñas comunidades en otras ciudades) y conquistar no sólo lo que ya tienen, sino sus antiguos territorios del norte. Por lo menos, cerca de 12 millones lo han logrado y ya viven allá y pronto empezarán a dictaminar, tal vez en la próxima elección de los EEUU, quiénes han de ser Presidentes o Presidentas y Primeros Ministros de esos países. Hay que aceptar que no han quitado el dedo del renglón y que han sabido convivir con quienes ellos sienten que no les estorban en su migración, siempre y cuando les permitan seguir hablando en español o sus lenguas nativas, comiendo sus platillos picosos acompañados de la infaltable vitamina T (tortillas, tacos, tortas, tostadas, tlacoyos, etc.) y adorando a la Virgencita guadalupana. Si el gobierno de México les estorbara, ya habrían tomado medidas severas, pero resulta que algunos de los gobernantes que hemos tenido se identifican o son parte de ellos -dándose cuenta o no- y les han facilitado las cosas, incluso creando (¿involuntariamente?) las condiciones para que emigren hacia el norte. Si alguien les impidiera ese sistema de escape -aunque sean los gobiernos-, y les pusiera un obstáculo, digamos que un muro, robots, policías o vigilancia electrónica o satelital, no les quedaría más camino que seguir adelante (aunque muchos de ellos cayeran muertos, como las hormigas) y crear, como el vapor encerrado en una olla express, en México una pavorosa presión política y social . Por eso es importante encontrar maneras mediante las cuales los migrantes puedan seguir evadiendo muros, barreras y cercas de cualquier tipo. Podríamos decir que mientras haya paso de drogas, en tanto éstas no se legalicen por ejemplo, seguirán pasando los aztecas. Otra manera sería crear las condiciones para que ya no quisieran emigrar, pero como se ven las cosas, esta solución está en chino…. O en griego, pues, para ser más políticamente correctos (después de todo, ¿quién quiere enemistarse con los primeros?)

Hago un exhorto al gobierno mexicano para que de ninguna manera tome medidas que aumenten la presión dentro de México. Dejémoslos salir. Desafortunadamente, estos son, ahora sí, lo mejor que tenemos en el país: aquellos que quieren trabajar incondicionalmente a toda costa y sin límite para ganar más y mejor que los que se quedan. Los que puntual y responsablemente envían remesas a sus familias y comunidades. Los que no les importa que los amparen la CTM, el SNTE, la CROC, la CROM, el SITUAM o, en general, el sindicalismo o los partidos políticos mexicanos y prefieren mil veces estar solos que mal acompañados. Los que se erizan cuando el gobierno mexicano les dice que "los va a ayudar" o a proteger . Los que quieren dedicarse a lo suyo, a producir y crear riqueza, a pesar del villano de taberna López Obrador y sus secuaces (¿recuerdan a Bejarano, Ponce e Imaz)? Esos mexicanos que, a pesar de todas las trabas que nos pone el gobierno para hacer negocios, los hacen, y quieren y necesitan desarrollarse y hacer progresar a sus familias y a sus comunidades.

Si estos mesoamericanos no existieran, los que quedamos en México y en grandes porciones de América Latina, seríamos más pobres, porque no recibiríamos los dineros que mensualmente envían desde nevadas tierras, en donde muchas veces son explotados, minimizados, ridiculizados y olvidados por los sistemas de seguridad social del país más rico del mundo, que se olvida de que sin ellos, muchas actividades se paralizarían porque los propios estadunidenses ya no las quieren efectuar, como lo señala en forma graciosa la película “Un día sin mexicanos”.

La situación que se viene en México es que a partir del año 2030, en que la población mexicana dejará de crecer y se estancará en apenas 130 millones de habitantes (según fuentes generalmente bien informadas), tendremos que dejar pasar a los centroamericanos y caribeños que busquen tener mejores niveles de vida y que quieran hacer los trabajos que ya para entonces los mexicanos no querrán efectuar. Esto va a significar un cambio profundo y duradero de nuestras características sociales y antropológicas (habrá un gran número de inmigrantes de raza negra y de religiones no católicas, la mayoría varones, por ejemplo). ¿Estamos listos ya? ¿Estaremos listos entonces? ¿Serán fáciles de aceptar estos cambios? Mientras tanto, la venganza de los aztecas, de los mesoamericanos seguirá teniendo lugar pese a cualquier barrera que les quieran poner. Habrá mucho lugar para que la nueva oleada pueda expandirse… a menos de que nuevamente empiecen las guerras floridas.