jueves, 18 de septiembre de 2008

Preguntas Celestiales

A mi abuela Lupe, a quien mi madre me enviaba a consultar cuando les hacía preguntas como las que menciono abajo. Siempre me las contestó…


Hace poco me entretuve imaginando con un amigo muy creyente sobre las alternativas de la vida eterna, según los conceptos que ahora dominan. Es una conversación que no le recomiendo a nadie. Ni de política ni de religión y nunca habrá problemas, decían de las conversaciones. Pero no puedo ocultar que mi concepto de Dios es de un dios amigo, buena onda, al que puedo hablarle de tú y que me comprende, me protege, me cuida y orienta y, a la vez, perdona. El concepto de un dios duro y vengativo, que me castigue por toda la eternidad por algo que hice mal durante mi vida de apenas unas breves fracciones de segundo comparada con aquella, se me hace absurdo y hasta injusto (y claro que no hablo de crímenes de lesa humanidad o de baja estofa como aventar granadas de fragmentación en una plaza pública, por ejemplo, o como el secuestro o el genocidio).

Si tenemos libre albedrío, ¿por qué nos castigaría? Si no le pedimos venir a este mundo —o a esta vida— ¿por qué nos pone en tentaciones? Si sabemos todos, y desde luego que él también, que la carne es débil, entonces por qué nos juzga desde su posición del que todo lo sabe, del que nunca ha tenido tentaciones, del que es el bien y del que es la justicia misma… cosa que se me hace muy difícil de sincronizar con la misericordia infinita, por otra parte. O una u otra, decía mi profesor de Etica en la Preparatoria Nacional # 5 de Coapa.

Como los otros Vuela-Plumas han sido muy serios, y hasta regañones, hoy los invito a suponer que hay un cielo como nos lo hacen imaginar los caricaturistas. En cada nube hay un angel tocando el arpa o la lira (of all instruments! ) Bien podría ser una guitarra o un teclado electrónico, para estar de moda junto con Los Bukis, que de ninguna manera, nunca, irán al cielo. Cada nube ha de estar un poco aparte de las demás: más arriba o más abajo. Y entonces, ¿dónde estaría la socialización entre los buenos? ¿No que finalmente íbamos a juntarnos los que hemos obrado bien durante esta vida? Obrado es con la connotación de “actuado”, y no con la otra, más corporal.

Vamos a suponer que a lo lejos veo (yo por supuesto, estaré allá) a una angelita que está muy guapa y bien formada. Lo primero que se me ocurre es, ¿estaríamos desnudos todos, con las estorbosas togas que se les achacan a los griegos milenarios o seguiríamos con las fachas que acarreamos ahora? ¿Hasta Lady Di y la Madre Teresa? (Pensándolo bien, ¿estará allá Lady Di?)


Y si así es, qué edad tendría nuestro cuerpo puestos en esta circunstancia celestial, porque sería terrible que nuestros cuerpos (o puercos) tuvieran el estado que tenían cuando morimos y que hubiera ancianitos y ancianitas encuerados, macilentos, quemados o desfigurados. Aunque, no habiendo Ley de la Gravedad, no habría estorbosos y antiestéticos órganos colgando, sino que estarían flotando. Creo que todos deberíamos estar en nuestra mejor edad, para que fuera justo para los que apreciamos al bello sexo, porque además de bello en general, en esta vida canalla también debe ser tan joven como se pueda… Y no me odien los lectores por mis opiniones.

Bueno, pero volviendo a la angel guapa: ¿cómo la conecto? ¿Habrá celulares, interfones de nube a nube o bastará sólo con llamarla con el pensamiento? ¿Ya no servirán las miradas pesadas y largas a la nuca, para que volteen? Y vamos a suponer algo peor: que tengo un buen pensamiento —¿cuál se imaginan ustedes?— con la susodicha. ¿Me caería de la nube en que andaba? ¿Directo al infierno? ¿Por qué? ¿El concepto de lo bueno o lo malo allá sería igual al de acá, en el mundo? No creo: en el cielo todo debe ser bueno. Y otra cosa: en mi cielo, todos seríamos multorgásmicos y nadie tendría problemas de disfuncion eréctil. ¡Nada de viagras, impotencias o frigideces, por favor!

Otra pregunta, pero ahora suponiendo que el cielo es un sitio como una pradera inmensa, con el cielo azul, sin frío ni calor (parecido a una página de Windows antes de que aparezca el menú). Por ahí vamos todos, caminando y platicando en grupos unos platicando, de pie; otros riendo (siempre han de scucharse risas) ; otros sentados a la sombra de frondosos árboles (que se le pasaron a Bill Gates y no aparecen en Windows); otros leyendo el ¿periódico? ¿Qué habría que reportar? ¿Los nombres de los que llegan o de los que no llegan? ¿Nuevos santos? Porque supongo que allá no están Hearst ni nos importarán las escasísimas buenas y muy abundantes malas noticias que leemos, vemos y escuchamos por acá. Todavía si fueran libros, pues pasa, porque me faltan muchísimos (algunos, verdaderos ladrillazos) para adquirir sabiduría.

Okay: finalmente ahí estamos, entre muchas especies y razas, los terrícolas buenos —porque un cielo con equidad debe contener a los bien portados de todos los planetas habitados, desde luego— y de pronto, sin tapujos y de forma muy frecuente alguien sugiere echarnos un trago para festejar, qué caray. ¿Festejar qué? Pues que ya estamos ahí, hombre, ¿qué se les hace poco?. Ahí sólo debe haber vinos y licores de lo mejorcito. Así que nos lo tomamos, y, como en la Tierra, primero uno, y luego otro y otro más, hasta que nos embriagamos. ¿Tendremos cruda al rato? No creo, porque si no tenemos hígado, pues está rudo que nos haga daño el alcohol. O las drogas para tal caso. ¡Por fin podremos beber sin parar y sin que nos regañen o nos sintamos xomo perros regañados al día siguiente! Entonces debemos creer que aunque el vino no nos haga efecto —qué lástima, porque aunque lo neguemos es lo que lo hace popular y es una de sus mejores características— podremos paladearlo. Entonces, si hay vino, debe haber comida. Y si hay estos santos placeres, la comida tampoco debe hacernos daño. Luego pues, no hay obesos ni colesterol ni agruras en el cielo. Esto contesta parcialmente mi pregunta anterior del aspecto que tendríamos en el paraíso celestial.

Ahora bien, si los casados ya no vamos a estar casados, porque es de todos conocido (y esperado por una gran parte de habitantes de la Tierra) el dicho “hasta que la muerte nos separe”, entonces ¿podremos volver a tener amigas, amiguitas, amantes y quickies? ¿O, mejor, mucho mejor, slowies? ¿Habrá sexo en el cielo? Desde luego ya no tendrá nada de pecaminoso e inmoral —si es que ustedes son de los que creen que alguna vez lo fue durante la efímera vida terrenal— y podremos darle “vuelo a la hilacha”, que es la filosofía actual de muchos entes que conozco. Y volveríamos a lo multi-orgásmico, lo que sería fantástico.


Como dicen que dijo Woody Allen (yo no creo que haya dicho nunca algo genial, porque con ese aspecto, debe ser un tipo sombrío y adolorido con el mundo… o con sus padres): “el sexo es algo sublime entre dos seres humanos. Pero entre cinco, es fantástico”. Y habiendo una multitud allá, en el cielo, habrá un anonimato de aúpa, una gran cantidad de partners potenciales. Y nadie nos echará en cara la infidelidad, la indiscreción o la vergüenza (¡podremos decir nombres y hacer recomendaciones!)ni se preocupará por las enfermedades mortíferas (o por lo menos secretas) ni por la natalidad no deseada. Niños, habrá nomás los que ya se nos fueron o mandó Herodes. Y allá estarán felices, jugando, echando machincuepas y gritando sin molestar a nadie.

Me imagino un encuentro cercano del sexo tipo entre seres de distintas épocas y distintos lugares: una neantherdal (no les vamos a quitar la posibilidad de que hayan subido, ¿verdad?), con Mozart (que ya se llamará sólo Ludwig, para los cuates), con Gabriela Mistral (o Gaby), con el Presidente López Mateos (ese sí seguirá siendo el Presi) y, desde luego, varias modelos, campesinas europeas medievales, recolectoras africanas, obreras sudamericanas y actrices escandinavas de preferencia (y no faltarán las mexicanas, claro) y Nelson Mandela, Olof Palme, el Zar Alejandro, Bolívar, Esquilo, Don José María Morelos (a quien reconoceremos por su infaltable pañuelo en la cabeza), un alvaradeño mal hablado y Mauricio Garcés, simpático como siempre, entre otros. Como dicen los españoles: ¡joder! Y en el strictu sensu de la palabra. Y/ conste que no mezcle seres de otros planetas para no ser matapasiones.


Ahora que si me dicen que el cielo es para rezar y esperar a algo (¿a qué?), a mi no me gusta ese concepto tan inquisitorial, medieval y pueblerino, y por ello conmigo nomás no cuenten.

Prefiero el mío. Mi cielo… Que estoy seguro ahora lo es de muchos.